Nada es igual a ese delirio cuando
el turno llega de cobrar las injurias
y disponer el rostro al sol sin parpadeos;
entonces su fanal nos pertenece,
sus rojas plenitudes, en verdad, fueron nuestras
hasta cuando esa garra umbría
su sien oscureció. Sin embargo
uno a uno los dedos del verdugo
nuestras cuchillas cortan y revelan
que el aire es libre de correr bajo las nubes
que sostienen el cielo de la Patria.
|