De nada han de servir los conciliábulos
sino buscan la esencia:
la sal y el agua de que estamos hechos.
Al hombre han de encontrarle
en sí mismo, en su concha de sollozos,
en su intangible nube de alegría,
Quienes hablan de él y no comprenden
esta verdad de azúcares y encendidos carbones,
han de malbaratar el tiempo del corazón, que aguarda
fogoso en las trincheras de los campos
de combate del mundo.
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