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A mi amigo Federico Escobar
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Bah!. . . . deja, deja que murmure y ría
esa turba servil, turba menguada,
que con su orgullo de reptil camina
Siempre al inmundo lodazal pegada.
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Si hay en tu alma irradiación de aurora
desprecia al vulgo, a la razón ajeno;
de sepulcros blanqueados sólo brotan
fuegos fatuos, podredumbre y cieno.
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Déjalo hacer de la miseria alarde
sin que su propia pequeñez le asombre;
mas siempre tu camina hacia adelante
con la soberbia y altivez del hombre.
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Promueve guerra a ese titán, el tiempo:
que el infinito tu elemento sea,
y haya en tu voz repercusión de trueno
y explosiones de luz en cada idea.
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Fuego de redención, fuego que eleve
prenda tu alma tu divino anhelo:
no te abatas jamás; alza la frente
como queriendo levantar el cielo.
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No con flores, ni cánticos que arrullen
se apagan las mundanas ironías:
vibre tu lira! y que al vibrar se escuchen
choques de luz y ruidos de armonías.
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Poeta, ruge. . . y que a tu voz sucumba
la gente que te hiere a descubierto,
o pasa por en medio de esa chusma
como pasa el simún por el Desierto.
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Justo es que sepa esa proterva raza
que mira al Cristo con la cruz al hombro
que redimida quedará la infamia;
que su grandeza quedará en escombro.
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La materia no es mas que frágil vaso
donde la fuerza creatriz se esconde:
a través de la muerte ¿qué es del barro?
que de tu orgullo, humanidad? Responde!
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Cese la vanidad!. . . y álzate pueblo
venerando la ley de tu conciencia;
abra sus alas de cóndor el genio
al titánico impulso de la ciencia!
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Ya no hay esclavos ni señores! ¡Fuera
hombres-estatuas, sin acción, ni aliento!
que en medio de esta negra polvareda
viene el soplo de Dios, el Pensamiento.
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Febrero, 1893.
Publicado en: El Aspirante, año III, Número 110, Panamá, febrero 11 de 1893.
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