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Mi décima no se vende,
ni se entrega, ni se alquila;
en el cielo se perfila
y ella misma se defiende.
En cada conciencia prende
con el fuego de su acción,
la sangre, la tradición
de un pueblo que no se rinde,
y batalla en el deslinde
de cualquiera situación.
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Mi décima lleva un son
que me viene bien de abajo,
del pueblo con su trabajo,
y también del corazón.
Tiene belleza y pasión
y también inteligencia,
pues nace de la experiencia
de la historia y del país
y de la misma raíz
de la patria en su conciencia.
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Mi décima es recta y clara,
camino por lo derecho,
y se prende en cada pecho
y se refleja en la cara.
Yo no canto cosa rara
ni abstracta, ni intelectual;
canto a lo fundamental,
lo que el pueblo me recita,
y la patria necesita
en su batalla inmortal.
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Y no canto por cantar,
ni servir la que me oprime;
soy cantor de lo sublime
del oficio popular.
Nada invento al enlazar
el verso que voy cantando;
pertenezco a un solo bando;
canto a la revolución,
por nuestra liberación
junto al pueblo voy marchando.
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Del libro: Cantadera, 130 décimas para cantar
CHANGMARÍN
El León de los Leones
1995
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