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Yo le canto a la alegría
a la vida y al trabajo.
Vengo gritando de abajo;
combato la hipocresía.
No tengo melancolía,
no le rindo culto al llanto,
y por eso, mientras canto
me brota la patria aquí;
señores, pues soy así
no tengo disfraz ni manto.
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Me burlo de los llorones,
los que con sus coplas mustias,
sólo hablan de la angustia,
de soledad y ficciones.
De los que inventan razones,
para hacer la prosa oscura,
y llegar a las honduras
de negar la realidad.
viven en la falsedad,
y terminan en locura.
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Hay poetas y escritores
que naciendo en la pobreza,
rinden culto a la riqueza
de sus propios opresores.
Cepillos, aduladores,
que el bien pintan por el mal;
niegan que el arte es social;
les guata el abstraccionismo,
y frente el imperialismo
tienen alma colonial.
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Se burlan de lo mejor
de la prosa popular,
de la décima ejemplar,
y del aire del folclor.
Entre giros de licor
hablan de belleza pura.
Se vuelven literatura,
para esconder, en su ensayo,
el oficio de lacayo,
que corroe su desventura.
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Del libro: Cantadera, 130 décimas para cantar
CHANGMARÍN
El León de los Leones
1995
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