|
Tus manos, pienso en tus manos
desconocidas que un día,
me hicieron temblar de amor.
Tus ojos, pienso en tus ojos
–el azul de dos relámpagos
donde se apagó el dolor–.
Tu boca que es como un ala,
ala roja que se fue,
se fue sin decir adonde
ni por qué.
¡Como me asedian tus manos
y tus ojos y tu boca!
Aire que le da el rocío
del horizonte a mi calma.
Valle sembrado de luces
que ya no iluminan nada.
En ese paisaje veo,
tu ausencia a la mía atada
y un horizonte sin cielo,
todo llanura abrasada,
con cinco dedos abiertos,
los de tu mano enguantada
o los diez dedos desnudos
sobre mi cuerpo y mi alma.
|