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Tú penetraste en mi alma, trayendo la alegría
Que da tras de la noche la blanca luz del día.
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Me trajiste el consuelo de tus dulces amores,
Como un manojo grato de perfumadas flores.
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Me trajiste la dicha, me trajiste el consuelo,
Que yo sólo pensaba encontrar en el cielo.
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Me mostraste las mieles de tu rara pureza
Y el tesoro brillante de tu fina belleza.
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Te acercaste a mi estancia, presurosa y sonriente,
Portando entre tus labios el dorado nepente.
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Que fue para mi vida de torcedor quebranto
De una alondra gozosa el mañanero canto.
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Tú penetraste en mi alma, trayendo la alegría
Que da tras de la noche la blanca luz del día.
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Tus cabellos hermosos serán como unos lazos
Que habrán de poseerme como fuertes abrazos;
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Tus ojos, de pupilas magníficas y bellas,
Brillarán en mis noches como claras estrellas;
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Tus labios serán vasos de néctares extraños,
Donde nunca la ofrenda será de desengaños;
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Tus mejillas perfectas serán, con embelesos
Campo suave y seguro donde pondré mis besos;
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Tus manos, manos puras como dos azucenas,
Pasando por mi frente, disiparán mis penas.
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Vagaremos unidos por los campos, contentos,
Bebiéndonos amantes nuestros propios alientos.
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Cruzaremos muy juntos la selva engalanada
Y escucharemos trinos de amor en la enramada.
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Nuestra vida futura será como una historia
Toda llena de gratos resplandores de gloria.
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Tú penetraste en mi alma, trayendo la alegría
Que da tras de la noche la blanca luz del día.
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Panamá, junio de 1925
Del libro: Poemas Líricos de Eduardo L. Maduro Lindo
Homenaje póstumo a la memoria de Don
Eduardo L. Maduro Lindo (Q.E.P.D.) en el
Décimo Aniversario de su sensible deceso.
Su Viuda Carmen, sus
hijos, nietos y biznietos.
Panamá 8 de Julio de 1976
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